24 de octubre de 2013

Santuario

El cuarto quedó abierto
derramando su dulce esencia
por la casa desierta.
Liberado al fin del amor,
su huella se percibe aún
en cada objeto y rincón.

Santuario de plumas y marfil
vetado a las bestias,
suelo sagrado de pies desnudos.
Se escuchan recuerdos
de risas imperecederas,
ecos de dioses magníficos
retozando en la penumbra,
suspendidos por sortilegio
en las brumas del tiempo.

La estancia conserva la luz
de aquellos días felices
entre cojines de rosas,
luz secreta, esplendorosa,
inmarcesible para siempre
en su celoso interior.

Viendo la puerta del bendito cuarto abierta por primera vez mientras dormimos, de repente me dio pena no estar nunca más en él y lo imaginé tal cual está ahora pero después de cien años, con la casa en ruinas y en cambio la habitación mágicamente perfecta.

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