DATREBIL

E.- Y la soltaste sin más.
A.- Pues sí, ya ves.
E.- Pero por dios. ¿De veras no le hiciste nada? Ni un mordisquito. Es que eres tan blanda que me pones de los nervios.
A.- No es cuestión de ser blando, yo no lo veo así. Mira al principio me parecía divertido pero enseguida me di cuenta de que no lo era, ni para ella, ni para mí. De hecho empezó a ser horrible.
E.- Sólo era un juego, no te pongas dramática. ¿A quién no le gusta jugar a ser malo… O incluso serlo?
A.- No lo apreciaba como un juego. Realmente no podía soltarse. Yo podría haber hecho cualquier cosa, cualquiera.
E.- ¡Aja! He ahí lo interesante del asunto, me hubiera encantado estar en tu lugar. Creo que jugaré un día de estos.
A.- No digas eso, no tiene nada de interesante ser el amo de un esclavo. Me sentía terriblemente cobarde, y muy pequeña. De veras, era vergonzoso.
En cambió cuando la desaté fue increíble. Te parecerá una bobada, un hecho intrascendente. Pero fue lo mejor, valió la pena lo de antes por ello. Me sentí mucho más poderosa, era valiente y libre. Sí, libre por dar libertad. Fue muy bonito. Me daban ganas de atarla mil veces para volver a soltarla y que fuera otras tantas veces libre para abrazarme o largarse.
E.- Puede que haya quien nazca para no llevar más cadenas que las que él mismo se impone.
A.- Entonces es por eso que me encontré tan bien.
E.- A ti te gusta tu cadena en cambio.
A.- Muchísimo, con ella me oriento y estoy a salvo.
E.- ¿Cómo podemos ser tan distintos? Sigo pensando que eres una blandengue. Por cierto ¿al final se quedó?
A.- Siiii.

Y bueno... En la entrada 100 no podía tocar un tema mejor que la libertad.